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YO, TRAIDOR

ATRACTIVO ESTUDIO DE PERSONAJES


El cine argentino en los últimos meses y sobre todo en el reciente Festival de Mar del Pata abrumó con obras que se apoyaban en atmósferas, con un lenguaje cinematográfico en el que preponderaba la contemplación, los constantes saltos temporales y los silencios acompañados de miradas perdidas como respuesta a frases interrogativas. En medio de semejante panorama, Yo traidor, es una bocanada de aire fresco al apostar al cine para el gran público con un gran presupuesto y un elenco de estrellas consagradas. Un guión atractivo y la solidez de las actuaciones dan sustento al estilo clásico con una narración cronológica, que propone el joven director Rodrigo Fernández Engler.



Los créditos iniciales con imágenes del río, los peces y una vara larga y flexible con su anzuelo preanuncian el contexto y los episodios que se desarrollarán. Máximo (Mariano Martínez) forma parte del directorio de una importante empresa familiar dedicada al negocio ictícola. Al venderla, le reclama a Francisco (Jorge Marrale), su padre, la parte de la herencia que le corresponde, para armar su propio emprendimiento en tierras lejanas. A partir de este hecho la acción se traslada a la Patagonia, con todo lo que implica su extenso territorio despoblado: independencia, libertad, un cambio de rumbo. Allí se instala en un pueblo pesquero en una vivienda minimalista, despojada, como el paisaje que lo rodea. En el lugar conoce a Caviedes (Arturo Puig), un misterioso empresario con el que se asocia, a Coletto (Osvaldo Santoro), un pescador artesanal con el cual tendrá duros enfrentamientos y a Maite (Mercedes Lambre), una mujer solitaria.



Martínez compone un personaje árido, algo hermético al cual es difícil de abordar, siendo Maite quien llevará la iniciativa en la nueva relación. Siempre serio, con poco apego a los afectos, no se le conocen amigos, mantiene un vínculo ríspido con su hermano (Sergio Surraco) con el que tiene desinteligencias desde que se decidió la venta de la compañía. Se ve envuelto en acuerdos interesados, en leyes que no se sancionan, en elecciones que se pierden que lo conducirán a la ruina. En tanto que Puig recuerda a aquellos terratenientes de la Patagonia de principios de siglo XX que se manejaban impunemente al margen de la ley. Turbio y oscuro como sus negocios, posee un trato engañoso, seduce con sonrisas, la buena mesa y otras falsedades para más tarde clavar un puñal por la espalda. En cambio, Santoro y Marrale, ambos empáticos, representan la verdad, la justicia, la sabiduría, la paciencia.



Yo traidor, es la parábola del hijo pródigo que al caer retorna al hogar para resurgir nuevamente, donde sabe que siempre estará el padre esperándolo para darle una mano. Una historia de decisiones precipitadas, de apuestas equivocadas, de arrepentimientos y de redención.




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