WACAY. MUJERES DEL TABACAL
- johnlakelake
- 5 mar
- 2 Min. de lectura
UN TRABAJO EXTENUANTE

Existen distintos mitos para la planta del tabaco, para la comunidad Qom, una mujer se convirtió en espíritu del mal, al violar la prohibición de salir de su casa durante su ciclo menstrual. Ante el miedo de los hombres, es asesinada y luego quemada. Al poco tiempo, de las cenizas de sus pelos púbicos nace la herbácea cuyas hojas se convierten en humo. La hermosa leyenda contrasta con la realidad actual en la que las mujeres del tabacal realizan una labor sacrificada, silenciosa y mal paga.

La joven realizadora jujeña Belén Revollo, en su debut en el largo documental, se sitúa en el departamento El Carmen de su provincia natal, para registrar la fatigosa faena diaria de las trabajadoras inspirada en recuerdos de su infancia. El proceso de cultivo, cosecha y selección de las hojas en una jornada laboral de seis días a la semana, implica una serie de sometimientos que solo cuerpos fuertes, curtidos y estoicos pueden resistir. Extensas caminatas bajo el rayo del sol con un traje protector pesado e incómodo, de noche bajo la lluvia con impermeables, cargar fardos pesados o piezas metálicas que parecen sillones para acomodar los atadijos, seleccionar las hojas que desfilan por una cinta transportadora a una velocidad que recuerda a aquel episodio de “Yo quiero a Lucy”, en el que la protagonista y su vecina se empleaban en una fábrica de bombones, no hacen más que reflejar una injusta explotación de las obreras de los tabacales. Realizan las mismas tareas que los hombres, pero hasta hace poco recibían un salario inferior con menos beneficios sociales.

La directora se apoya en las imágenes con voces en off de las protagonistas que comparten sus vidas, y de quien recita poesías a modo de impasse entre las escenas. Ninguna habla a cámara, ni Revollo realiza interpelaciones, para que todo surja de manera natural y realista. Los planos generales abundan para reflejar las plantaciones, los trabajos colectivos y los distintos cielos. En el final surgen los planos medios en un momento de distensión alrededor de una mesa familiar, donde no falta la música y el festejo carnavalesco.

Wacay, que significa trabajo rápido en conjunto, da voz a esas mujeres silenciosas, que callaron sus injusticias toda su vida para demostrar que el trabajo digno de esclavos aún existe en nuestro país.
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