UN VIAJE EMOCIONAL Y NOSTÁLGICO
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Ricardo, un famoso autor y director teatral que tuvo su momento de gloria en tiempo pasados, ve como el presente en Buenos Aires se le torna esquivo en materia laboral. Por ello, decide aceptar una propuesta a la que venía gambeteando desde hacía muchos años en Salto, su pueblo natal. Aprovechará la ocasión para reponer la obra que lo hizo famoso, con el elenco que había seleccionado en aquel entonces para estrenarla, proyecto que quedó trunco. El regreso le permitirá reencontrarse con su mejor amigo, un romance de la juventud y varios personajes pintorescos que le reprocharán el haberlos abandonado al elegir la capital y no un pueblo de provincia para el debut.
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Cada uno de los personajes posee una cualidad que los identifica. Ricardo (Daniel Di Cocco) es el elemento disruptor, el que pone el dedo en la llaga, el que irrumpe en la vida de los otros para desestabilizarla, el que produce el corto circuito en un cableado que ya estaba enredado. Desatará a su paso viejos odios y rencores, recibirá pases de factura, pero también se verá envuelto en un aura de nostalgia. Jorge Salcedo (Marcelo Feo), el intendente local, solo piensa en su ego, todos sus actos tienen un interés proselitista, se maneja en función del rédito político. Lo mismo puede decirse de Rafael Ferro, en la piel de un actor que se valora a sí mismo de manera excesiva, que privilegia el beneficio por sobre la solidaridad y la amistad. En tanto Hernán de Silva y Alfredo Castellani, dos viejos amigos, son los estados alterados producto del desborde con el alcohol. El primero con intentos de suicidio y el segundo con actos violentos se descontrolan y ponen en peligro a los que los rodean. En contraposición, Clara (Adriana Ferrer), el viejo amor, es la mesura, el equilibrio, el personaje menos conflictuado que trata de apaciguar los ánimos. Por último, Junior (Mariano González) es el joven desafiante que sorprende al veterano elenco con su actuación y encara sin ningún empacho a su padre intendente en medio de la representación. Es el aire fresco, la renovación, el cambio.
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En cuanto a los aspectos técnicos, el director Nicolás Di Cocco, hijo del protagonista, juega con la luz al interponer ciertos haces en algunas escenas para resaltar rostros u objetos. La película no solo cuenta con una buena fotografía, sino también con un manejo acertado del sonido, en el cual la música no irrumpe de manera estridente sobre los diálogos, lo cual permite escuchar claramente los textos.
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Por otro lado, de manera indirecta, Vuelta al perro refleja el estado de la cultura en el interior del país, relegada, con teatros derruidos que solo se ponen a punto para una determinada ocasión y luego quedan en el olvido, por la desidia y el uso de fondos para otros fines. El trabajo de los actores es todo a pulmón, un esfuerzo que surge de una gran vocación, propio de los integrantes del presente elenco, algunos de una gran trayectoria para los cuales no existen papeles pequeños. Vale la pena acercarse a la propuesta de Di Cocco, un film para todas las edades que cautiva con su simpleza y honestidad.
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