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SOBRE LAS NUBES

MIRADA POÉTICA SOBRE CUATRO PERSONAJES EN UNA GRAN CIUDAD


Ramiro se encarga de la cocina en un modesto bar de una galería, Nora es una instrumentista en un hospital público, Lucía comienza a trabajar en una librería como empleada y Hernán es un técnico en sistemas desempleado que vive con su hija adolescente. La joven directora María Aparicio sigue las rutinas de estos cuatro personajes en su ciudad natal, Córdoba, en una atmósfera donde predomina la lluvia y la nocturnidad. Con el formato clásico cuadrado 4:3, el recurso del blanco y negro y el uso casi exclusivo de los planos fijos, las imágenes adquieren un sentido especial con preponderancia del detalle y lo sutil.



El escenario despojado resalta la presencia de los protagonistas con sus costumbres diarias de casa al trabajo y del hogar al colegio en el caso del técnico, solo interrumpidas por alguna actividad adicional: el taller de teatro para la enfermera, las clases de artes marciales para la adolescente, la lectura para la librera y el gusto por la música para el cocinero. En un marco donde los hábitos se reiteran, los planos se destacan por sobre el resto. Aquel en el que la librera y su amigo maestro asoman desde lo lejos bordeando la fuente de una plaza en la soledad de la noche, para luego acercarse a la lente, desaparecer para solo dejar la voz en off es de una belleza inusitada. La cámara también pone su atención en los pormenores, en el desarmado de una camisa recién comprada o en la preparación higiénica para entrar en un quirófano.



En la sucesión de fragmentos de la vida diaria de los cuatro habitantes de la urbe no hay nada para destacar, es como una nota que se sostiene a lo largo del tiempo en el mismo tono sin ser modificada. El único suceso imprevisto fuera de lugar, tiene como protagonista al cocinero, al quedarse encerrado en su local de donde escapa por una ventana auxiliar, salta muros, para aparecer en los pasillos de un edificio aparentemente vacío. Lo que podría haber generado cierto suspenso, la directora lo desploma, lo desinfla, se parece a aquella pelea desangelada entre el protagonista y un ladrón en “Un verano con Mónica” (Ingmar Bergman – 1953) ya que no hay un clímax, al culminar fascinado delante de dos guitarristas que ensayan una canción en una oficina del inmueble.



Los personajes secundarios (el kiosquero, el vendedor ambulante, la dueña de la librería, el maestro) son contrapuntos que matizan el accionar diario de los intérpretes principales donde la búsqueda de trabajo a través de distintos medios es una característica que los aúna.



Fresca, natural, poética, sensible, así es la obra que fue premiada en la Sección Competencia Argentina del último Festival de Mar del Plata, un bálsamo, un respiro ante tanto vértigo propuesto por la cartelera cinematográfica.




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