RETROSPECTIVA KINUYO TANAKA

Kinuyo Tanaka, musa de Mizoguchi, no solo fue una de las más famosas actrices del cine japonés, sino que además se convirtió en la primera mujer en dirigir largometrajes en su país en la década del cincuenta y a principios de los sesenta, cuando los espacios cinematográficos eran dominados por los hombres. Sus películas se caracterizaron por los rasgos progresistas y feministas logrando actuaciones sutiles y sugestivas con las actrices que dirigió. Sus protagonistas son luchadoras que le hacen frente a la adversidad, confrontadoras, jamás se quedan con los brazos cruzados resultando más eficientes que los hombres que las rodean. El universo masculino queda reducido a un segundo plano, los varones lucen dubitativos, empujados por las mujeres para tomar decisiones.

“La luna se eleva”, su segundo largo, presenta a un padre viudo que vive con tres hijas desde los últimos años de la guerra en un templo de la ciudad de Nara, antigua capital de Japón. Las tres (la mayor viuda; la menor bulliciosa y casamentera; la tercera tímida y retraída) se ven envueltas en historias sentimentales complicadas que tienen como faro la luna de Nara. Los novios parecen estar al alcance de la mano, pero a su vez distantes e inaccesibles. Yasujiro Ozu, que dirigió a la actriz en varias oportunidades, le ofreció un guión de su autoría coescrito junto a Ryôsuke Saitô en 1947 para un film que no se pudo realizar en su momento. Si bien la temática y ciertos encuadres remiten al estilo del famoso director nipón, Tanaka se inclina por la comedia romántica, acorde con la nueva ley de cine promulgada por la administración de Douglas MacArthur que favorecía las temáticas que resaltaran la mujer moderna, liberada y su despertar romántico. “La luna se eleva” es sinónimo del cambio, de la transformación que vivía Japón en la década del 50, reflejado en el deseo de dos de las hermanas de abandonar la tradicional Nara por la rumorosa Tokio.

En “Donde se ven las chimeneas” (1953), dirigido por Heinosuke Gosho, Tanaka es la viuda Hiroko, vuelta a casar con un hombre mal remunerado en su empleo. Los ingresos se compensan con los trabajos informales que ella realiza a espaldas de su marido y con el alquiler de sendas piezas a un hombre y una mujer en un barrio pequeño de Tokio, en un Japón que viene de ser arrasado por la guerra. La vida de los cuatro se ve alterada con la aparición de un bebé abandonado en su hogar, fruto de su antiguo marido al que creía muerto y una mujer que lo desprecia. La película es un drama familiar en el marco de las clases trabajadoras que habitan en un sector industrial de Tokio, fotografiado en blanco y negro para realzar la atmósfera gris y pesimista de los personajes. Un lenguaje realista que se aleja del sentimentalismo que propiciaba la trama, un claro documento sobre la vida de las clases más bajas a principios de los cincuenta, en un país que recién comenzaba a renacer de sus cenizas. Las chimeneas del título son cuatro, pero pueden ser tres, dos o una, según de que lado se las mire, en claro simbolismo en términos humanos. Otra gran muestra del arte de Tanaka, de la mano de un director especialista en los dramas realistas de la gente común.

Comments