LO QUE ESCRIBIMOS JUNTOS
- johnlakelake
- 4 jun
- 2 Min. de lectura
EL MIEDO A PERDER LA SINTONÍA

Nicolás Teté, oriundo de Villa Mercedes, provincia de San Luis, en su anterior opus “Todos tenemos un muerto en el placar o un hijo en el clóset” (2020), analizaba el reencuentro entre un hijo gay y su familia a poco de confesarles su homosexualidad. En su nueva obra, examina el vínculo de una pareja de hombres, pero no de manera tradicional, ya sea el inicio o ruptura del romance, o la reacción de sus seres queridos al conocerse la condición sexual de alguno de los involucrados en el amorío.

Por el contrario, Teté retrata el devenir diario de una pareja ya consolidada durante una semana con sus altibajos. De ahí que el guión no siga los tres pasos tradicionales de un relato (planteamiento, nudo y desenlace), sino que las acciones fluyen como la cotidianeidad de los quehaceres de la pareja que se repiten como una rutina: pasear el perro, cortar los vegetales para la comida, cebar el mate, dedicarse a la lectura, consultar el celular.

Juan (Ezequiel Martínez) es un joven escritor consagrado, que, junto a Mariano (Santiago Magariños), un amante de las plantas que tiene a su cargo un vivero, decide dejar la convulsionada Buenos Aires para instalarse en el campo para llevar una vida más reposada, gracias a cierta holgura económica fruto del éxito de sus novelas. La convivencia apacible y sus hábitos diarios trastabillarán con la llegada de Carla (Nazarena Rozas), una amiga de Juan que está embarazada, al cuestionarse los amantes su idilio.

El hilo conductor que atraviesa el relato es el miedo a perder la sintonía del amor, lo que hace a los protagonistas preguntarse constantemente: “¿cómo estás?”, ¿estás bien?, ¿te pasó algo?, como si pusiesen en duda el vínculo o necesitasen una reafirmación constante del mismo. Mariano es el más abierto, es el que cuestiona directamente al novelista, en cambio, Juan, es más introspectivo, se refugia en excusas banales para justificar su conducta, en vez explicar la realidad de su situación.

Teté ofrece una mirada intimista, reflexiva, sin grandes espectacularidades, donde las tensiones son sutiles y el amor es presentado como una llama muy activa que hay que reavivarla en todo momento. Un buen exponente del nuevo cine argentino que debería tener varios circuitos de exhibición y no solo remitirse al cine Gaumont.
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