LA QUINTA
- johnlakelake
- 4 jun
- 2 Min. de lectura
TODOS OCULTAN ALGO

Las primeras imágenes muestran a tres niños en el asiento trasero de un auto durante un viaje, mientras aligeran sus vestimentas, acompañadas de una música sincopada de xilofón. El inicio indica que ellos tendrán un cierto protagonismo en la historia que está por comenzar, que podría ser candorosa, propia de la inocencia de la edad. Pero nada es lo que parece, lo siniestro cobrará forma en el primer largo en soledad de Silvina Schnicec.

Una familia compuesta por Rudy (Sebastián Arzeno), el marido, Silvia (Emma Cetrángolo), la esposa, junto a sus tres hijos, dos varones preadolescentes y una niña de seis, se dirige a una quinta en las afueras de Buenos Aires para pasar las vacaciones de invierno. Al llegar un olor nauseabundo surge del interior de la vivienda, que en su exterior luce bastante descuidada. La casa estuvo ocupada y el centro de las miradas se dirigen a Tomás (Alejandro Gigena), el casero del barrio al que Rudi pretende echar, para lo cual organiza reuniones con los vecinos para demostrar su falta de responsabilidad y de paso tratar el tema de la inseguridad.

En ese marco los hijos deambulan con total libertad por la zona para sus juegos y travesuras, incluso de noche como los niños encerrados en el country en “Una semana solos” (Celina Murga – 2008). Sus incursiones, a veces solitarias y misteriosas, no están exentas de maldad y ensañamiento. Los adultos, en tanto, comienzan a mostrar sus hilachas con comportamientos extraños y fuera de lugar. Todos tienen algo que ocultar: un cadáver, un horrible pájaro negro en una caja debajo de la cama, una relación adúltera, exhibicionismo, cierta tendencia a la piromanía. El film de Schnicec está impregnado de acuerdos tácitos, de miradas cómplices, de secretos bien guardados que le otorgan una atmósfera propia del género de terror.

Los diálogos quedan en segundo plano, lo que importa son las acciones y el proceder de cada uno de los protagonistas acompañados por el silencio o una música inquietante. Los hechos revierten la situación, Tomás ya no es el villano al que se pretendía colgar de un árbol, el silencio es el mejor escudo, cuya única víctima es la madre, ignorante de lo que sucede a su alrededor, preocupada por consolar y satisfacer las necesidades de sus hijos.

La película, basada en un recuerdo de la infancia de la directora, muestra las fisuras de una aparente calma en el que el mal, inherente al ser humano, surge en distintos tonos y variantes. Buen debut en solitario de Schnicec con reminiscencias del cine de Lucrecia Martel.
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