UNA EXPIACIÓN DE TRAUMAS MUY PARTICULAR
Tres hermanos se reúnen en una fábrica abandonada para peregrinar a Luján. Rosa (Carolina Kopelioff), la menor, que cumple ese día 25 años es la primera en llegar. Viene equipada con una enorme mochila para afrontar una larga caminata. Se le suma su hermano Noé (Agustín Sullivan) para esperar la llegada de la mayor, Josefina (Juana Viale), que no viste ropas adecuadas para una extensa peregrinación. Hace tiempo que los hermanos no se juntan y el reencuentro será una excusa para exponer los conflictos familiares.
La ópera prima de Dennis Smith se desarrolla a modo de metáfora donde la imaginación cobra un alto vuelo, ya que los protagonistas nunca salen del marco fabril que los encierra y los encapsula, para que den rienda suelta a sus odios, rencores y reproches. Las cicatrices del pasado no están curadas, siendo Josefina la más vehemente con permanentes exabruptos que acompañan sus frases. Rosa es la más creyente, es la que encuentra el cuerpo de la virgen y su rostro para recomponerlo, es el personaje que sostiene la fe. En tanto Noé, es el más reservado, una suerte de mediador entre las hermanas.
En cuanto al estilo existe una clara impronta teatral, propia de la experiencia pasada del director, que por suerte evade una puesta estática. Los protagonistas marchan a través de los distintos habitáculos del galpón y junto a ellos surgen auxiliares que acomodan los implementos necesarios para las distintas escenografías: un consultorio médico, un bar, un ring de box, un kiosco en el camino. Su función, además de resaltar el artificio, es la de acondicionar la memoria de los protagonistas, un ente anárquico según el decir de Smith, el porqué de ciertos recuerdos y de otros no, la incerteza de hechos que se dan por válidos. Por otro lado, el director recurre a la ruptura de la cuarta pared en algunas ocasiones, al dirigirse Noé con sus parlamentos directamente a cámara.
“Virgen rosa” es una manera muy particular de expiar los traumas, de sacarse las espinas clavadas en lo profundo del alma de cada protagonista, como esos aguijones que tiene Josefina enquistados en su nuca y que finalmente consigue remover como símbolo de la reconciliación y recomposición de vínculos con sus hermanos. Una propuesta distinta que puede no ser del gusto de todos, que tiene a su favor la originalidad de la propuesta y en contra una gran deficiencia sonora.
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