LAZOS INDISOLUBLES
Tres amigas de toda la vida se reúnen en el otoño de sus vidas para realizar un viaje que reafirmará sus lazos y las reconciliará con el mundo que las rodea. Marie, casada y con nietos, lleva una intensa actividad laboral como responsable de la contabilidad de la empresa familiar, lo cual le impide reunirse con sus compañeras de la adolescencia. Antepone el trabajo a las reuniones sociales. Berling, tiene una hija y un nieto que le sientan como un estorbo, es coqueta y vive en tren de conquista como si los años no hubiesen pasado. Vanja es una viuda que vive solo para recordar a su marido en todo momento y para brindarle todo tipo de atenciones a su mascota. La pacífica existencia de Marie se desmorona la Nochebuena cuando su marido le confiesa su infidelidad. Convencida por sus colegas decide viajar junto a ellas a la Puglia, en Italia, a un club de cocina, regalo que los hijos le habían hecho para las fiestas al matrimonio.
El paisaje encantador, las sabrosas cenas y las relajadas clases culinarias disparan distintos comportamientos de las protagonistas: Marie sigue muy afectada por la separación, está resentida, malhumorada, sosa como la comida que prepara; Berling, siempre optimista, se siente joven, disfruta de los placeres de la vida, continúa con su postura seductora al buscar candidatos de forma permanente; Vanja, la más discreta, encuentra un amor inesperado.
El tema del deseo que afecta a las tres por igual reparte diversas sensaciones, por momentos es cruel ante el rechazo o la indiferencia de los más jóvenes dejando un sabor amargo, o bien puede ser placentero y renovador cuando las diferencias de edad no son tan notorias. “Envejecer apesta, pero podemos manejarlo” dice Marie, luego de que una lluvia opere como bálsamo sobre su estado anímico, un cambio de actitud que repercutirá positivamente en las amigas.
Salvo la cinematografía inglesa, pocos se atrevieron a encarar el tema de la tercera edad con un elenco en el que su mayoría supera los sesenta años. La directora Barbara Topsøe-Rothenborg propone aires renovadores y frescos al sugerir que se puede disfrutar de la vida a cualquier edad pese a las adversidades y discordias. Nunca es tarde para encauzarse y elegir nuevos rumbos, siempre hay tiempo para cambiar.
El tono es ligero, la resolución de las situaciones es simple y a veces obvio, las distintas subtramas cierran al mejor estilo clásico y como el espectador lo había imaginado de antemano. No hay sorpresas, solo se trata de pasar una hora y media agradable.
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