UN AMOR INCOMPLETO
- johnlakelake
- 29 oct
- 2 Min. de lectura
LAS CONSECUENCIAS DE UNA LEY ABERRANTE JAPONESA

El derecho de familia en lo relativo al derecho de custodia de los hijos de padres separados en Japón, no se condice con esa nación moderna y pujante que se propala por todos los medios. Por el contrario, parece un resabio de la antigua era feudal nipona, ya que la custodia es exclusiva para solo uno de los padres, sin que la otra parte pueda tomar contacto alguno con el menor hasta que cumpla la mayoría de edad, pese a verse obligado a aportar la cuota alimentaria. La ley se aplica tanto a los nativos como a los extranjeros.

Romain Duris es Jay, un extranjero, un “gaijin” para los locales, que vive en Tokyo desde hace veinte años donde maneja un taxi por la noche. Lleva una vida solitaria, monacal, es reservado, frecuenta un sento (un baño japonés), al igual que Kôji Yakusho en el film de Wim Wenders “Días perfectos” (2023). El encuentro con Jessica (Judith Chemla), una madre francesa acongojada a la cual le arrebataron su hijo, trastoca la rutina de Jay, lo empuja a trasgredir una serie de normas y códigos que se deben respetar a rajatabla en el país que lo acoge como ciudadano foráneo.

De a poco se vislumbran las causas de su soledad, de su perfil bajo y de la angustia que lo embarga. Casado con una japonesa hace ya unos años, está separado desde hace nueve, tiene una hija preadolescente con la que perdió todo contacto a la que busca sin cesar. Para ello, dejó su antigua profesión de chef y eligió un trabajo nocturno para disponer de más tiempo para encontrarla. El encuentro casual con la joven al reemplazar a un colega en su trayecto diurno, será el detonante con consecuencias graves en lo jurídico, pero que aportará efectos positivos en lo sentimental.

La primera parte del film en la que se presenta al protagonista y se plantea el conflicto, destaca la presencia de Jessica, un personaje que permite esclarecer la problemática, pero que no aporta mucho más. Su comparecencia se remite a paseos intrascendentes con Jay y su afecto por las bebidas alcohólicas. A partir del encuentro con su hija, su ex y su suegra la trama gana en intensidad, emoción y suspenso. La película, por un lado, se torna más sonora con los gritos y discusiones con la familia política. Por otra parte, se descubren secretos, se revelan identidades, el rechazo que en un primer momento se podría prever entre padre e hija, se trastoca en un vínculo que sugiere una prolongada correspondencia.

El título francés “Une part manquante” (la parte faltante), más acorde que el local en cuanto al desarrollo de la trama, se refiere a esa familia, injustamente dividida, en la que una de las partes está ausente, no por voluntad propia, sino por una ley que distorsiona el núcleo familiar, como un verdugo que irrumpe de forma compulsiva en el amor entre padres e hijos. La buena fotografía, que acompaña una filmación acorde con el ritmo moderado de la sociedad japonesa, junto a la actuación de Romain Duris, son los pilares en los que se sustenta la obra del joven director belga.




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