LA URUGUAYA
La comedia romántica en la que discurre “La uruguaya”, para luego transformarse en thriller, permite a la directora examinar diversos temas: el manejo de divisas, la crisis de determinada edad, las relaciones de pareja. El manejo de las finanzas argentinas con los vaivenes económicos que a lo largo de los años solo contribuyeron a aumentar la desconfianza en el sistema bancario local, justifica el traslado de efectivo en mano de un lado al otro del Río de La Plata.
Lucas (Sebastián Arzeno) es un escritor argentino en plena crisis de los cuarenta que con la excusa de sortear las restricciones cambiarias viaja a Uruguay para reencontrarse con un amor fugaz. El deseo por un momento de amor con la joven uruguaya, la bella modelo Fiorella Bottaioli, que juega al gato y al ratón en ese único día que comparten en Montevideo, provoca una serie de descuidos en Lucas que tiene en su poder quince mil dólares en efectivo. El recorrido por la capital uruguaya posibilita la descripción de situaciones peculiares propias de la idiosincrasia charrúa, como la larga espera en el banco cuando el protagonista retira los fondos que da lugar a una animada tertulia entre los clientes, fruto de los tiempos con que se manejan en el país vecino.
Ana García Blaya, en su segundo largo, le otorga una impronta femenina al relato, al modificar el punto de vista de Pedro Mairal (el autor de la novela que resultó un best seller), para depositar la narración en Cata (Jazmín Stuart), la esposa de Lucas. Vale la pena destacar la divertida presencia de Gustavo Garzón, un amigo de Lucas, que tira por la borda las creencias que sobre los uruguayos y su país surgen como un dogma irrefutable. Breve, fresca y por momentos densa, “La uruguaya”, por su estructura, concuerda con el cine que surgió a partir de Linklater que reúne a una pareja en un día, mientras recorre una ciudad hablando de diversos temas. En definitiva, la película es una buena comedia dramática que combina con destreza la pasión con el suspenso.
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