LAS CORRIENTES
- johnlakelake
- 11 nov
- 3 Min. de lectura
UNA MUJER AL BORDE DEL ABISMO

Lina, a cargo de la mendocina Isabel Aimé González-Sola, es una joven profesional de la moda que se encuentra en un lugar encumbrado de su carrera. En Suiza recibe un premio en medio de brindis y reportajes, pero su rostro no trasluce la felicidad que el acontecimiento auspicia. Luego del evento, tira el premio en un tacho de basura, recorre las calles de la ciudad, se detiene en un negocio de bordados como si hubiese encontrado un tesoro, bordea un río, recorre un puente y se arroja al agua. Se ve flotar un paquete, los presagios son agoreros, sin embargo, en la escena siguiente se la ve llegando a un lujoso hotel en una ambulancia, protegida por una manta térmica. Así, sin diálogos, comienza el film de Milagros Mumenthaler, la consagrada directora de “Abrir puertas y ventanas” (2011), una obra llena de misterios e interrogantes sobre las incertidumbres de una mujer, que el espectador tendrá que ir armando como un rompecabezas.

Al llegar a Buenos Aires donde la esperan su marido (Esteban Bigliardi), de muy buena posición económica, y su pequeña hija, no comenta el episodio suizo que dejará sus marcas. Lina, luce una extensa cabellera que ata, desata, trenza, le da forma de rodete, la expande sobre el respaldo de un sillón, forma parte importante de su cuerpo. Luego del intento de suicidio siente un profundo rechazo por el agua y las corrientes que puedan formarse en las bachas de los lavatorios o de las duchas. Su pelo se engrasa, se ensucia y debe recurrir a los servicios de una amiga peluquera para que la adormezca con anestesia para lavarle su melena y de paso todo su cuerpo.

En su hogar se siente fuera de lugar, “es como si nunca hubieras regresado” le dice su esposo, tampoco se siente cómoda en su trabajo y la maternidad parece ser una pesada carga. Lina está como suspendida en el tiempo, existe una disociación entre su cuerpo y su mente, sus pensamientos son difíciles de dilucidar, interpretar qué le sucede internamente es todo un desafío. Existe un antes y un después de su viaje a Suiza, algo que ni ella misma es capaz de explicar, mientras su memoria imagina suicidios y otras trasgresiones.

Se pueden considerar varias influencias y relaciones, en una película que rescata de su ostracismo a la ex modelo Claudia Sánchez, en un rol acorde a su pasado. En primer lugar, el cine de Lucrecia Martel con una crítica a la clase media y por el estilo seco y directo sin ningún tipo de estridencias en las imágenes (el intento de suicidio recuerda la conclusión de “La ciénaga”). Por otro lado, la secuencia final con el intento de abandono del hogar ante el reclamo de su hija retrotrae al personaje de Nora en “Casa de muñecas” de Henrik Ibsen, claro que con otra resolución. Por último, los prerrafaelistas se hacen presentes a través de Lina que con su actitud y presencia remite a esos retratos de mujeres ahogadas de largas cabelleras que fluyen sobre los hombros. Cabe destacar, como curiosidad, ese largo paneo sobre la ciudad nocturna en el que la directora detalla la vida de algunos de los personajes secundarios, solo acompañado de música.

Las corrientes es un intrincado thriller psicológico, una nueva forma de acercarse a la problemática de la maternidad, de una mujer al borde del colapso que quiere distanciarse de su pasado.




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