LA NOCHE SIN MÍ
- johnlakelake
- 8 oct
- 2 Min. de lectura
UN CÚMULO DE TENSIONES

María Laura Berch, una de las más prestigiosas directoras de casting del país, se unió a Laura Chiabrando, catedrática especialista en guiones, para realizar ambas su ópera prima que tiene como foco los conflictos cotidianos que enfrenta una mujer, madre, ama de casa y docente.

Eva (Natalia Oreiro), una profesional entrada en los cuarenta, regresa al hogar con su hija preadolescente (Matilde Creimer Chiabrando) en su auto en medio de la noche y bajo la lluvia. Analiza un test de embarazo que marca positivo, su cara es de disgusto, se encuentra afligida, la novedad no es nada halagüeña. Al llegar Juan (Pablo Cura), el marido, se encuentra ensimismado en sus cosas, mientras el hijo quinceañero, Marcos (Teo Inama Chiabrando), está concentrado en su celular. A ninguno le pasó por la cabeza ofrecer una mínima colaboración para preparar la cena y poner la casa en orden. Es Eva quien recurre a ellos para que la ayuden con los menesteres domésticos. A partir de esa situación se irán sucediendo una serie de hechos minúsculos, otros no tanto. El entorno se parece, en un principio, al que rodeaba a María Onetto en “Rompecabezas” (Natalia Smirnoff – 2010), una mujer que solo estaba al servicio de los demás sin un mundo propio. De a poco se revelan pequeños vestigios: una situación incómoda entre la pareja; los hijos se muestran muy demandantes; falta de comunicación con la hermana que hace oídos sordos a sus llamadas.

El film que apenas supera los sesenta minutos y que transcurre en menos de veinticuatro horas, es un cúmulo de pequeñas tensiones que la protagonista aglomera en su interior sin ningún tipo de desahogo. Tal vez las artes manuales sean una escapatoria, un pequeño consuelo, un impasse que la encuentra sola en medio de la noche. Natalia Oreiro tiene una presencia permanente en pantalla, es el eje del relato y los demás personajes son satélites que giran a su alrededor en una obra con rasgos teatrales. Su actuación es un ejercicio de bravura, sus gestos, sus posturas, el manejo de su cuerpo expresan el calvario interno que atraviesa en el que lo cotidiano se transforma en siniestro.

La cinta no tiene un conflicto definido, es una sumatoria de pequeñas agresiones, algunas imperceptibles como la incomunicación que produce el estar pendiente de la pantalla del celular en medio de una cena, u otras más graves como el sexo obligado, no consentido en medio de la cocina. Las directoras, con muy buen criterio, no fuerzan las situaciones, no hay estallidos, ni un clima que se acrecienta, si bien la tensión y el suspenso son registros presentes a lo largo de toda la narrativa. Por otro lado, está muy bien el juego que proponen con los planos, en los que da la sensación en algunas tomas que la protagonista va a desaparecer, como metáfora de lo que le está sucediendo. “La noche sin mí” es un retrato espeso de una mujer que se siente incómoda, a punto de estallar, elaborado de una forma muy sutil, que deja un sabor agrio en el espectador.




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