UN ENCUENTRO SINIESTRO
La conferencia de Wannsee se llevó a cabo en enero de 1942 en una lujosa mansión (convertida a partir de 1992 en Museo del Holocausto), ubicada frente al lago Wann. Allí se definió la desgraciadamente llamada “Solución final a la cuestión judía”, para lo cual se convocó a varios líderes administrativos gubernamentales para garantizar su cooperación. Si bien Reinhard Heydrich (representado por el actor austriaco Philipp Hochmair) con el cargo de “Obergruppenführer”, un rango equivalente al de general, fue el que organizó y lideró la reunión, no menos importante fue el rol que cumplió Adolf Eichmann (Johannes Allmayer), el nazi secuestrado en Argentina en 1960 por el Mossad y ejecutado en Israel dos años más tarde. Su función fue la de confeccionar las listas con las cifras de judíos que había en los distintos países europeos dividiéndolos en grupos, además, según muestra la película, fue la mano derecha de Heydrich, solícito y puntual con todos los requerimientos de su jefe.
La conferencia en sí estableció un plan coordinado para la exterminación judía, algo que ya se venía haciendo desde principios de la guerra: el traslado de los condenados hacia el este europeo, más precisamente Polonia; el reemplazo de los fusilamientos por algo más expeditivo y prolijo como las cámaras de gas; las ambigüedades y subterfugios de aquellos por cuyas venas no corría totalmente la sangre judía; la decisión de exceptuar a los mayores de 65 años y ex combatientes de la Gran Guerra condecorados y congregarlos en un solo campo de concentración para mostrar una falsa realidad al mundo.
Matti Geschonneck, muy ligado a la dirección televisiva, prescinde de todo ornamento estilístico al reunir a los convocados en torno de una mesa y enfocar de manera estática las exposiciones de cada uno de los participantes. Solo la llegada de los invitados, algunos movimientos del personal de maestranza y el paisaje más allá de los ventanales quiebran en contados momentos la escenografía del salón principal. Llama la atención el comportamiento cortés y educado de los concurrentes, siempre con una copa de coñac al alcance de la mano, como si estuviesen tratando el lanzamiento de un nuevo producto en el mercado comercial, y no analizando un problema ético con graves consecuencias para la humanidad. Todos están muy convencidos de la necesidad de la higiene étnica, eufemismo utilizado para el exterminio, ya que según ellos los judíos constituyen una amenaza para la paz mundial. Solo el más anciano de los concurrentes plantea objeciones y muestra algún prurito, para claudicar hacia el final al ser convencido por sus pares.
La conferencia devuelve a la memoria momentos deleznables de la historia que cobran actualidad ante la persistencia de líderes mesiánicos que ponen en peligro a la humanidad con sus equivocadas decisiones. Un documento muy significativo que debería perdurar en el inconsciente colectivo para que no se vuelvan a repetir los mismos errores.
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