JORNADA INTENSA EN UN ÚNICO PLANO SECUENCIA
La cámara en mano inquieta, que al inicio sigue de espaldas a un hombre que camina apurado en la noche londinense mientras habla apresuradamente con el celular en mano, da una pauta del nerviosismo y la tensión que reinará a lo largo de los noventa minutos. El segundo largo de Philip Barantini, de larga trayectoria como actor, fue filmada en un único plano secuencia, dentro de un restaurante, entre pasillos, mesas, diversas salas de la trastienda del negocio y un callejón que surge de la puerta trasera.
Viernes por la noche, cercana a la Navidad, el local tiene todas las reservas tomadas, los preparativos son intensos para recibir a los comensales. Los momentos previos a la apertura se ven perjudicados por la presencia de un inspector de sanidad, que realiza varias observaciones al local en cuanto a la higiene y los protocolos, lo que redundará en una disminución de estrellas para el establecimiento considerado de primer nivel, un espacio gourmet donde las ostras, el rodaballo, el pato, los cangrejos y el cordero son las estrellas del menú. La presencia del inspector será el primer contratiempo de los tantos que surgirán en el turno nocturno para el chef, que tendrá que enfrentar tanto quejas de sus subordinados como problemas personales.
Observaciones por errores del personal, inadmisibles en un restaurante top, llegadas tardes, disputas entre los empleados y la dueña, recriminaciones mutuas, son parte de los ingredientes de una olla a presión a punto de estallar. El lema “el cliente siempre tiene la razón” da lugar a desaires, maltrato y racismo. A todo esto, se suma la presencia como comensal de un chef mediático junto a una crítica de gastronomía que incrementarán la presión y el estrés de los servidores.
Barantini perturba al espectador al trasladar con sus recursos estilísticos y situaciones de enfrentamiento, algunos de viva voz no exentos de insultos, toda la excitación y la angustia continua que viven los personajes hasta el “punto de bullición” (título original del film) en el que desemboca la resolución. “El chef” se aparta del glamur y de los pasos de comedia sofisticada que caracterizan a obras con temáticas similares. Por el contrario, transmite con precisión toda la tirantez y el agotamiento a que se ven expuestos los integrantes de un establecimiento con exigencias superlativas, que a su vez acarrean fuertes dilemas personales.
Concebida como una obra laberíntica por su concepción cinematográfica, en que cada personaje tiene su espacio para expresar su problemática, la película se sustenta en sólidas actuaciones, encabezadas por Stephen Graham, visto en varias películas de Martin Scorsese. Un nuevo enfoque en materia de gastronomía que la revitaliza al tocar aristas más acordes con la realidad actual.
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