EL MAL USO DEL PODER
La directora austriaca Jessica Hausner se dio a conocer en la cinematografía local con “Lourdes” (2019) una visión muy particular sobre la fe y los milagros en el santuario francés. Su siguiente realización, “Amour fou” (2014), no vio la luz en el circuito comercial, solo se exhibió en el Festival de Mar del Plata. Años más tarde llegó el estreno tardío de “Little Joe: El negocio de la felicidad” (2019) en noviembre del 2022 y ahora arriba a las pantallas su última realización, que fue nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año pasado, pero ante la presencia de tantas grandes obras que se dieron cita en aquella muestra, la suya quedó relegada a un segundo lugar.
Los desarreglos alimenticios y las inseguridades de los jóvenes es el punto de partida para analizar a los gurúes que reclutan personas vulnerables sacando partido de sus penurias. La Srta. Novak (Mia Wasikowska) es una maestra que se une al equipo de profesores de una escuela de élite para dar clases de nutrición a un grupo selecto de estudiantes. Intenta inculcar nuevos y peligrosos hábitos de alimentación a sus alumnos bajo los pretextos de que comer conscientemente es beneficioso, al deglutir más despacio se come menos, el menor consumo de alimentos contribuye a mejorar el medio ambiente, promueve la autofagia: no comer por tiempos prolongados para limpiar las células del cuerpo. Se escuda en la alimentación sana para promover la inanición, como un flautista de Hamelin hipnotiza a su alumnado para llevarlos por senderos inciertos, una manipuladora que aprovecha la indiferencia de padres poco afectivos con sus hijos, a los que dejan en una suerte de jaula de oro bajo la responsabilidad de la directora, a cargo de la dinamarquesa Sidse Babett Knudsen, protagonista de la famosa serie “Borgen”.
Hausner elige la sátira para efectuar su crítica a una sociedad fría, escasa de sentimientos, más involucrada en otros menesteres que en la crianza de sus descendientes. Una comunidad muy parecida a la que refleja Ulrich Siedl en su filmografía y la escritora Elfriede Jelinek en sus textos. En el aspecto visual, la simetría de los planos, el uso del zoom, los colores brillantes, los ambientes despojados, el exótico vestuario del alumnado, el recurso de los planos holandeses (encuadre inclinado respecto de la línea del horizonte) dan la sensación de un mundo distópico en el que los protagonistas actúan como robots.
Morosa en su desarrollo, con alguna escena desagradable fuera de lugar, “Club Cero” no va más allá de su provocación, en la que solo se destacan las actuaciones, la puesta en escena y la banda sonora en la que un tambor suena como un ritual al que se someten los jóvenes.
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