PEQUEÑO, LENTO PERO CONSTANTE
Tokio, diciembre de 2020, la pandemia está en su apogeo, los parlantes en lugares públicos de la ciudad recuerdan a los habitantes de permanecer en sus hogares si no es necesario ausentarse, el uso de los barbijos y el lavado de las manos. En ese contexto, Keiko una joven boxeadora, deporte que eligió para expulsar fantasmas del pasado, intenta sacar provecho de la situación: se entrena con intensidad periódicamente en un gimnasio, se convierte en profesional y libra su primer combate victorioso. Se diferencia de sus colegas por su discapacidad auditiva profunda que, por un lado, le impide escuchar la campana en los combates y las indicaciones del coach, por el otro, se le cierran muchas puertas para ejercitarse debido a las dificultades de comunicación. Todo se le hace cuesta arriba, su esfuerzo tiene doble mérito. Sin embargo, Keiko no ve en su disminución auditiva un impedimento para manejarse dentro de una sociedad que no está preparada para interactuar con sordos. Se desempeña con eficiencia y responsabilidad como camarera en un hotel, presta debida atención a las directivas de sus profesores, se comunica a través de la lengua de señas con el joven músico con el cual comparte vivienda o bien utiliza pizarras para expresarse.
Como toda película en la cual el personaje principal es sordo, el manejo de la banda sonora cobra importancia, según la mirada que haya elegido el director. En este caso, Shô Miyake optó por el marco auditivo de los que escuchan sin reparos. Todos los ruidos del entorno se hacen presentes, hasta los más mínimos. No toma el punto de vista sonoro de la protagonista, ni siquiera cuando ella está sola en pantalla, salvo en la escena en que se encuentra en la terraza de un bar con unas amigas en la que se comunican con lengua de señas y no surgen los subtítulos. Es un espejo de circunstancias similares que sufren los discapacitados a diario, a su vez un llamado de atención para aquellos que son indiferentes y expresan fastidio en una coyuntura parecida.
Entre las distintas subtramas, la que cobra más relevancia es la del dueño del gimnasio cuya enfermedad (incluye una audiometría) lo obliga a cerrar el local, momento que coincide con la pausa en el deporte que busca Keiko como consecuencia de sus dudas, miedos y el acicate de una madre que no acepta a su hija envuelta en los dominios del ring.
Pequeño lento pero constante, basada en hechos reales, es un ejemplo de la perseverancia, de no acobardarse ante la adversidad, hacerle pecho a la depresión, encarar el futuro de manera positiva y no mirar atrás. Una de las mejores obras de la Sección Trayectorias.
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