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VERA Y EL PLACER DE LOS OTROS

LAS VARIADAS PULSACIONES DEL DESEO


Los jadeos que surgen antes del logo de la empresa productora, son las pulsaciones que irán cambiando de intensidad a lo largo del film según los tipos de encuentros, como si estuviesen regidos por un metrónomo. Una grieta divide el título de la película en los créditos iniciales, Vera a la izquierda de la pantalla y el placer de los otros a la derecha, la protagonista de un lado de la división y la madre en el sector contrario. Ambos ingredientes, uno auditivo, el otro visual, preanuncian vínculos conflictivos en un marco de juegos sexuales.



Vera (Luciana Grasso) es una adolescente de 17 años que distribuye su tiempo entre la escuela, el vóley y la renta de un departamento que administra su madre (Inés Estévez), a cargo de un negocio inmobiliario. Vera, sin su conocimiento, le sustrae las llaves y lo subalquila por unas horas a través de las redes a otros jóvenes para que tengan sexo, no tanto por el beneficio económico, sino por el placer que le produce en su imaginación los encuentros eróticos ajenos. 



La búsqueda del placer tiene infinitos caminos según el recorrido de la protagonista que al comienzo se contenta con el arrendamiento, para luego involucrarse más y más con el oído, al acercarlo a la puerta del monoambiente ocupado, como voyeur al espiar a dos compañeros de vóley detrás de las gradas, al impregnarse del aroma de prendas olvidadas, con la autosatisfacción, para finalmente involucrarse en un trío con una pareja amiga. Por otro lado, la madre también recurre al sexo adúltero como una vía de escape a su vida rutinaria y aburrida.



La ópera prima de los directores Romina Tamburello y Federico Actis es de una sensualidad exuberante con tomas comprometedoras en las que la cámara se mantiene firme, con delicadeza, sin llegar al desborde procaz. Es una mirada libre de prejuicios en la que el deseo femenino es cambiante y no tiene porqué seguir una sola dirección. Según los directores, también guionistas, no existe una línea divisoria a la que no se puede traspasar, es una nueva forma de ver la sexualidad de los jóvenes: alterable, impredecible, más libre. En su camino, Vera irá en un principio a contramano de los eventuales inquilinos y de la madre, para luego sincerarse con ella misma, comprender a los demás e insertarse en el mundo que la rodea, cerrando así la grieta que obturaba sus relaciones. La incomunicación, la falta de predisposición para hablar con los adultos de las relaciones sexuales, la introspección, son otros de los temas de una película que ya recorrió varios festivales con muy buena aceptación.



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