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UNA VILLA EN LA TOSCANA

CIMIENTOS QUE DEBEN FORTALECERSE


La Toscana con sus paisajes verdes y ondulantes, sus pequeños pueblos de encanto y las magníficas villas entre viñedos, parece seducir al mundo cinematográfico en los últimos tiempos. Para Diane Lane fue un refugio donde olvidar una frustración amorosa en “Bajo el sol de Toscana” (Audrey Wells – 2003), en el caso de Anders Matthesen fue un cambio de vida en la reciente “En la Toscana” (Mehdi Avaz – 2022), mientras que para Krystyna Janda era el lugar de inspiración para escribir sus poesías en “Un atardecer en la Toscana” (Jacek Borcuch – 2019).



El actor James D’Arcy, en su debut como director y guionista en un largo de ficción, reúne a un padre (Liam Neeson) junto a su hijo Jack (Micheál Richardson) en esta región central de Italia para vender una propiedad familiar. Al igual que en “Bajo el sol de Toscana”, la mansión está en deplorables condiciones y necesita ser reacondicionada para su posterior venta. Los arreglos otorgarán el tiempo necesario para recomponer un vínculo paterno filial que se encuentra tan deteriorado como la villa, encariñarse con el lugar y sus particulares vecinos, para finalmente asentar raíces y darle un nuevo rumbo a sus vidas.



Los tres personajes principales tienen un peso en sus espaldas: Neeson se siente responsable de la temprana muerte de su esposa; Natalia (Valeria Bilello), una joven madre que regentea un restaurante en el pueblo, el no poder compartir más tiempo con su pequeña hija luego de su separación; Jack siente remordimiento por el trato indiferente que recibió de su padre. La tranquilidad del entorno opera como catarsis para que los protagonistas verbalicen sus culpas y traumas a través de reproches y confesiones, sin profundizar demasiado en los conflictos.



El drama y la comedia oscilan como el paisaje. Por momentos los cambios de registro son abruptos, en otros pasajes los planos fijos de las praderas y de pueblos amurallados en las colinas aportan un intermedio idílico que invitan a recorrerlos. Al film de D’Arcy le sienta mejor el drama al evitar las obviedades, el pintoresquismo y los estereotipos que trae aparejado el humor en una obra en la que sobrevuela el “déjà vu”.



Las actuaciones consistentes junto al marco natural sostienen una película que rescata del olvido “I basilischi” (1963), la ópera prima de Lina Wertmüller que se proyecta una noche al aire libre en el pueblo, una obra cuyos personajes recuerdan a los “fannulloni” (jóvenes vagos, superficiales e improductivos que viven al día en casa de los padres) de “Los inútiles” (Federico Fellini – 1953). “Una villa en la Toscana” es una propuesta sencilla, que tiene como único propósito el pasar un momento distendido, sin demasiadas pretensiones, especialmente cuando se tiene la mente en blanco



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