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UNA EDUCACIÓN PARISINA

La pasión por el cine


La denominación local de la película de Jean Paul Civeyrac es una denominación genérica, fruto de la traducción literal del título internacional que los distribuidores le asignaron. Mucho más apropiado es el nombre original “Mes provinciales”, que, por un lado, alude al origen de los estudiantes que provienen del interior del país para estudiar cine en París, y, por el otro, a “Las cartas provinciales” del filósofo Blaise Pascal, libro de cabecera de Etienne (Andranic Manet), un aspirante a director de cine procedente de Lyon.



En París finalizará su primer amor con una joven de su pueblo, difícil de sostener a través de la distancia, sumado a las distintas pretendientes que surgen en su camino: Valentina (Jena Thiam) de espíritu libre y alegre, despreocupada, siempre al acecho para una relación sexual fugaz; la problemática Annabelle (Sophie Verbeeck), una disidente que rechaza las propuestas amorosas de Etienne; Barbara (Valentine Catzéflis), la compañera de trabajo con la que finalmente formará una pareja más por resignación que por una verdadera pasión.



Sin embargo, el objeto de su amor está depositado en Mathias, encarnado por Corentin Fila, la gran revelación de Cuando tienes 17 años (André Téchiné – 2016). Es el personaje disruptivo que rompe los esquemas, quiebra la armonía de las discusiones con sus cruces verbales plenos de furia y vehemencia. La atracción no es física, son las opiniones y las ideas de Mathias las que someten el accionar de Etienne, las que lo llenan de dudas, las que acentúan esa permanente insatisfacción que denota su rostro. La aprobación de su amigo vale mucho más que cualquier amor incondicional de una mujer. Su cara, poco expresiva, rara vez esboza una sonrisa, parece no saber qué es lo que quiere ni cómo alcanzar la felicidad. Inseguro, su autoestima es muy baja. El trío de amigos se completa con Jean Noël (Gonzague Van Bervesseles), otro gran actor que tiene a su cargo una de las escenas más tocantes al interpretar al piano “Sylvie” de Erik Satie.



A lo largo de la película se desprenden vestigios de la Nouvelle Vague: la cinematografía en blanco y negro; los largos paseos del protagonista por la ciudad de París, sus parques, sus edificaciones; los preceptos en los que se apoya Mathias muy a tono con los críticos de Cahiers du Cinema de aquella época; las discusiones sobre la amistad, el sexo y la política (“El cine no destruye el planeta, son los políticos”) que remiten a La chinoise (1967) de Jean Luc Godard; las imágenes de Tengo veinte años (Marlen Khutsiev – 1965) que los tres amigos ven en el cuarto de Etienne. También hay ecos de la literatura romántica con las referencias a Gérard de Nerval y su incidencia en el personaje representado por Fila.



Una educación parisina es sin duda un homenaje al cine y a la labor de los directores, un festín para los cinéfilos con innumerables referencias a cineastas, películas y movimientos del séptimo arte. Los diálogos están impregnados de una gran intelectualidad, propio del cine francés, con numerosas alusiones a la música y a obras literarias. Es la pasión por un arte, un placer adictivo propio de los aficionados a la gran pantalla.







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