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TOKYO SHAKING

UNA CAPITANA QUE NO ABANDONA SU BARCO



Con cierto retraso (el film es del 2021) llega a las pantallas argentinas “Tokyo Shaking” del director francés Olivier Peyon, que un año más tarde realizara “Deja de decir mentiras” (Arrête avec tes mensonges), aun no estrenada en nuestro país, muy bien recibida por la crítica especializada.



Alexandra Pacquard (Karin Viard) es una ejecutiva francesa designada para ocupar un alto cargo directivo, el segundo en importancia, en la sucursal del Crédit de France en Tokyo en el año 2011. Una trotamundos que acaba de dejar su anterior puesto en Hong Kong donde quedó su marido para vender la casa y finiquitar una serie de trámites para el traslado definitivo. La empresaria arriba a la capital nipona junto a sus dos hijas y un perro, para alojarse en un edificio de un barrio acomodado cerca de su lugar de trabajo. Su tarea no es sencilla, ya que ni bien se instala en su oficina se le encomienda reducir el personal. Mientras está reunida con un pasante congoleño, muy eficaz en su desempeño pero que muy a su pesar debe despedir, las oficinas se sacuden violentamente debido al terremoto de Tohoku, producto de un temblor de magnitud 9.1 en el Océano Pacífico que produjo un devastador tsunami con olas de hasta cuarenta metros de altura. Fue una triple catástrofe ya que a esto se le sumó el peor accidente nuclear desde Chernóbil en la central de Fukushima, debido a la fusión de tres de los núcleos de los seis reactores.



En medio de esta hecatombe la directiva debe lidiar con varios frentes mientras los habitantes abandonan la ciudad: el marido que la intima a regresar inmediatamente a Hong Kong; las hijas que quieren abandonar el país cuanto antes; sus superiores que priorizan a los empleados franceses por los extranjeros en un despiadado “sálvese quien pueda” a medida que la nube tóxica avanza hacia Tokyo; los empleados locales junto al pasante congolés (su mano derecha en medio del desastre) que se resisten a abandonar sus puestos de trabajo.



El film apunta sus dardos contra los altos mandos corporativos que con tal de preservar los fondos y no ocasionar pérdidas, dejan de lado las mínimas normas de seguridad (los inspectores de seguridad e higiene se harían un festín), manifiestan un total desinterés y menosprecio con los empleados extranjeros al manejarse con un ostensible egoísmo, sin importarles las consecuencias de sus cambiantes decisiones. La desidia con la que tratan a los autóctonos, solo medios para sus fines, la mentira para tratar de ganar tiempo conlleva un desencanto que afectará a la protagonista.



Alexandra tomará valientes decisiones, priorizando su trabajo ante el bienestar familiar, salvaguardando valores como la honradez, la justicia y la ecuanimidad en momentos de crisis donde cada minuto es importante para preservar vidas humanas. No solo deberá responder por los empleados de la empresa, sino también por el personal de servicio que copropietarios de su vivienda dejaron a su merced al escapar de la hecatombe.



Sin grandes escenas propias del “cine catástrofe” al que suele recurrir Hollywood y manejando material de archivo para el tsunami y la central atómica, Peyon presenta un drama humano en el que sobresale el espíritu de una mujer arriesgada y decidida en momentos en que las circunstancias exigen lucidez y arrojo. Una buena carta de presentación para un director que se supera en cada nueva ficción.



 

 

 

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