OCCHIALI NERI - EL NACIONAL
Dario Argento, el maestro del “giallo”, luego de diez años vuelve recargado. Sangre que brota a borbotones, cuchillos puntiagudos que se clavan como puñales, serpientes venenosas que se enredan en los cuerpos, perros de dientes filosos que se convierten en armas mortales, persecuciones, autos que vuelan por los aires, sexo, prostitutas y en el medio un niño chino que quedó huérfano. La oscuridad siempre presente, especial para acompañar una fuga en medio de un bosque tupido, mientras acecha una música de suspenso estridente. Un asesino serial despacha rameras a su gusto, ya que la policía siempre llega tarde al lugar de los hechos o cuando arriba, lo hace en momentos peligrosamente inoportunos. Alrededor de este maremágnum de adrenalina se encuentra una puta ciega que se hace cargo del niño oriental. Con labios pintados de un rojo intenso, anteojos negros como reza el título y calzado con tacos aguja es la encargada de los gritos más estridentes que no pueden faltar en todo film de terror. Occhiali neri no es una gran película, pero tiene todos los condimentos para deleitar a los fans del director de Suspiria, pasar un buen momento y reencontrase con un género no muy frecuente en las pantallas.
Un documental sobre el Colegio Nacional Buenos Aires se puede realizar desde distintos puntos de vista. Alejandro Hartmann, ex alumno del colegio, eligió el aspecto político como eje al poner su cámara en asambleas, elecciones internas, tomas del establecimiento por parte del alumnado, acampes, huelgas, recuerdo a los alumnos desaparecidos durante la última dictadura y actos en favor de determinadas leyes. Realizado durante el año 2018, abarca el último año del rector Zorzoli, en tiempos en que se votaba por primera vez la ley del aborto, tema que ocupa gran metraje de la película al igual que la diversidad sexual y la violencia de género. Zorzoli tiene mucha presencia en pantalla a través del dictado de clases, en reuniones con padres y docentes, mientras preside actos académicos o emitiendo opiniones. El rector se manifiesta por un colegio autónomo mientras las imágenes exhiben a alumnos fumando en la puerta, otros sentados en el suelo de los pasillos, desaliñados y siempre dispuestos para la polémica. Una representación errónea de la autonomía a la que se refiere la autoridad del colegio. Por otro lado, la institución luce desprolija, con pancartas, carteles colgando que afean las instalaciones, pañuelos verdes alrededor de los cuellos de bustos de personajes ilustres, un campo de deportes al que le falta mantenimiento. En contraposición, la sala de profesores sobresale por su majestuosidad e imponencia, lo mismo que las extensas escalinatas alfombradas y la biblioteca. En todo momento lo político prevalece sobre lo académico ya que los alumnos prestan atención a las arengas de sus compañeros en las congregaciones, en cambio se duermen en la clase de filosofía o prestan más atención al maquillaje en la de matemáticas. Tal vez por la disposición en las aulas y lo formal el sistema de enseñanza vislumbra perimido. El Nacional, con una cámara que solo observa sin ninguna intervención, es una aproximación especial, distinta, a una comunidad escolar muy particular que permite distintas lecturas y que sin duda disparará polémicas.
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