LOS FANTASMAS DE ANNA MAGNANI Y ALESSANDRO BLASETTI EN UN FILM IRREGULAR
La violencia de género es una temática que a partir del movimiento social Me Too ha copado las pantallas cinematográficas en gran parte del mundo. La cantante italiana y actriz de comedia Paola Cortellesi se centra en la mujer italiana de la inmediata posguerra para realizar una crítica al machismo italiano imperante en la época, en su ópera prima que también la tiene como coguionista y actriz protagónica.
Una canción irónica anuncia la llegada de la primavera en un suburbio humilde de Roma en 1946, el placer y la felicidad que expresa la melodía no se condice con el itinerario diario de Delia (Cortellessi) una ama de casa maltratada por un marido violento, sierva de su suegro confinado a una cama, madre abnegada de una hija que la rechaza y dos niños que se pelean constantemente. En su derrotero aplica inyecciones a enfermos, entrega trabajos de costura en una mercería, arma paraguas en un pequeño local, realiza las compras en el mercado. Al llegar a su hogar solo recibe reparos y castigos físicos de su esposo (Valerio Mastandrea), reproches de su suegro (Giorgio Colangeli) que le aconseja a no emitir opiniones, mientras debe poner orden en la casa y controlar a los pequeños traviesos.
Desde el vamos la película presenta una serie de incongruencias y huecos que quedan sin llenar. Las imágenes comienzan con un formato clásico reducido 4:3, para luego pasar a la pantalla completa, no se sabe bien con qué fin. El blanco y negro elegido por la directora junto a la estética apuntan al neorrealismo italiano con un tono cuasi documental en algunas escenas, pero el registro es el de la “commedia all’italiana” en cuanto al ambiente costumbrista y por muchas de las situaciones que plantea, ya que “Siempre habrá un mañana” se encuadra dentro de la comedia dramática, con ese dejo de sabor amargo que caracterizó a ese género. Por otra parte, para mostrar la crueldad del marido, la directora elige una secuencia con pasos de baile estilizados que generan dudas en el espectador, ya que podría tratarse de una connivencia de la agredida. Las canciones modernas que acompañan varias de las acciones, a veces comentan las vivencias de los personajes, pero en otros pasajes suenan fuera de lugar y de contexto. En cuanto a la carta que recibe la protagonista que crea gran expectativa desde la mitad del metraje, se desinfla sobre el final ya que obtiene una reivindicación con gusto a poco. Por último, el personaje del amigo mecánico está poco desarrollado, su mayor presencia tal vez le hubiese dado un mejor desenlace a la historia.
Pese a los reparos, la obra se sigue con interés ya que presenta las características de un “crowd pleasure”, aquellas películas que complacen al público por el desarrollo del tema en cuestión (¿Quién puede no estar de acuerdo con la crítica feroz a la mujer sometida?), la empatía de ciertos personajes y el pintoresquismo de algunas situaciones. El personaje de Delia recuerda a muchos de los roles que interpretó la gran Anna Magnani a lo largo de su carrera, una mujer en inferioridad de condiciones, pero con su espíritu de lucha intacto. Por otra parte, los tiempos cambian. Aquellos cachetazos que recibía Sofia Loren de parte de Marcello Mastroiani al final de “Lástima que seas tan canalla” (Blasetti -1954) y que el público festejaba, hoy son símbolos del padecimiento de muchas mujeres.
Sin duda, “Siempre habrá un mañana”, con sus altibajos, se presta a un gran debate en cuanto al silencio mantenido por aquellas mujeres frente a la opresión y también en cuanto a las decisiones estilísticas y formales tomadas por la directora. Valoración: 6 puntos.
Comentários