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PEQUEÑOS MOMENTOS DE FELICIDAD

UNA PELÍCULA COMERCIAL Y COMPLACIENTE


Daniele Luchetti es recordado por sus primeras obras en las que intervino Silvio Orlando, y en el siglo actual, se lo tiene presente por las dos películas en que participó Elio Germano: “Mi hermano es hijo único” (2007) y “La nostra vita” (2010). Ahora llega a las pantallas locales, con algo de retraso debido a la pandemia, “Pequeños momentos de felicidad” del año 2019, una realización que no está a la altura de las mencionadas y que apunta a un consenso más masivo. Situar la acción en Palermo para aprovechar la popularidad que allí goza el protagonista, el cómico, actor y director de cine Pierfrancesco Diliberto, más conocido como Pif, el no ahondar en la psicología de los personajes, la elección de un tono que ronda la comedia ligera son indicios de una apuesta comercial por parte de la producción.



El guión, basado en dos opúsculos de Francesco Piccolo, reseña la vida de Paolo (Pif) un ingeniero que en su moto desafía diariamente un semáforo rojo. Un día, al fallarle el cálculo, lo mata un camión, pero en el más allá se dan cuenta del error cometido, por lo que le conceden una hora y media más de gracia para que corrija sus errores y se despida de sus seres queridos. ¿”El cielo puede esperar” a la italiana? Y sí, por la burocracia, las protestas y cómo vociferan los reunidos en el cielo, el paraíso de Piccolo y Luchetti pertenece indiscutiblemente a la península apenina.



El hilo narrativo en vez de centrarse en los noventa minutos de yapa de Paolo recorre su pasado en confusos flashbacks: revela sus múltiples infidelidades, la poca atención que prestaba a sus hijos, el vínculo con los amigos ligados al fútbol y la cambiante relación conyugal. A esto se le suman una serie de reflexiones sobre lo cotidiano como la luz interna de las heladeras, los martillos de los trenes protegidos detrás de cristales o la utilidad de comprar tampones en gran cantidad. Cavilaciones que no son sustanciales al relato y lo alejan del curso principal.



Luchetti apostó a una actualización de la comedia a la italiana, pero los resultados se encuentran muy lejos de los logrados por Paolo Virzì en sus obras de la década del noventa. Algunas respuestas sarcásticas, el uso de la ironía en los diálogos, la mezcla de lo dulce con lo amargo son algunas pinceladas que solo alcanzan a conformar a un público complaciente y afín al protagonista. La liviandad y la ligereza parecen prevalecer a lo largo de los noventa minutos. Solo las muy buenas actuaciones de Renato Carpentieri, en un rol muy parecido al que jugaba James Mason en el filme de Warren Beaty, y la de la cantante Thony, fresca, natural y expresiva, lo salvan de la intrascendencia.





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