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MIRANDA DE VIERNES A LUNES

UN CAMBIO DE RUMBO


El año 2016 es un año bisagra en la Argentina en lo que respecta a la lucha contra los femicidios, ya que las mujeres comienzan a perder el temor a la denuncia, se autoconvocan a través de las redes para hacer sus reclamos a través de las famosas marchas denominadas “Ni una menos”. En ese contexto, Miranda (Inés Estévez) una profesora de literatura de 48 años, se hace eco de las denuncias por acoso sufridas por sus alumnas al respaldarlas de manera solidaria en sus reclamos.



Si bien el tema del hostigamiento está presente, el eje de la trama gira en torno a Miranda y cómo los hechos mencionados alteran su relación con sus seres íntimos. El acoso podría decirse que funciona como fuera de campo durante gran parte del desarrollo a través de mensajes de texto, frases y llamadas que recibe la docente. Recién cobra importancia en la pantalla hacia el final, con las confesiones de las colegas y las protestas frente al colegio. El núcleo familiar de Miranda es bastante complejo, separada, aunque en buenas relaciones con su ex (Diego de Paula), vive junto a sus dos hijas que ya dejaron la adolescencia. Ana (Laura Grandinetti) la hija menor, acaba de obtener una beca por dos años para estudiar cine en Milán, pero no se siente apoyada por su madre. Sofi (Luciana Grasso) tiene una discapacidad que no le permite expresarse con facilidad, manifiesta un comportamiento errático proclive a estallidos, ante un reto o al sentirse rechazada. Miranda, con una gran paciencia, es una suerte de muro de contención ante sus arrebatos. Además, las hijas le reclaman que se ocupe más de ellas y no tanto de sus alumnas. Los padres de Miranda tampoco le hacen la vida muy placentera, ya que debe lidiar con un padre (Ricardo Merkin) internado en un geriátrico con Alzheimer, y una madre (Elvira Onetto) de carácter fuerte con la que tiene permanentes roces.



Las denuncias de las jóvenes actuales abrieron las puertas de la memoria de las mujeres maduras que en su momento no se animaron a actuar. En el caso de la protagonista, esa apertura se transforma en un balance de su situación actual, de desligarse de ataduras, poner un poco de orden en su vida privada, buscar un nuevo rumbo en su vida que le permita concretar asignaturas pendientes que la llenen de satisfacción. La banda de rock de su juventud en la que era cantante, se hace presente en varias oportunidades como un fantasma del pasado que la incita a replantear su existencia.



En “Miranda de viernes a lunes” la presencia femenina se impone con un cuarteto con problemáticas diversas, cada uno con vuelo propio, independientes o con aspiraciones a serlo. Como viene sucediendo a menudo en la cinematografía actual, los hombres son los más débiles, los resignados, dependientes, como el anciano con Alzheimer que llama a su ex:”mamá”. Una interesante banda sonora con canciones de Celeste Carballo, Fabiana Cantilo y Loli Molina se escuchan a lo largo del metraje, algunas en la voz de Inés Estévez en su nuevo rol de cantante. El guión compacto, que abarca varios temas como la crisis de la mujer, las relaciones familiares, la redención y el perdón deja abierta una ventana de esperanza cuando los cimientos se sacuden como en el caso de Miranda.



 

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