UNA FAMILIA APARENTEMENTE NORMAL
La China Suárez, el sex symbol argentino desde hace un tiempo, se pone en la piel del visitante, rol que desempeñó Terence Stamp en la famosa obra de Pier Paolo Pasolini, “Teorema” (1968), que pese a recibir el premio OCIC (Oficina Internacional de Cine Católico) en el Festival de Venecia de aquel año, fue prohibida por la justicia italiana. Repetida hasta el hartazgo durante décadas, una vez más la directora Mariana Wainstein, en su ópera prima, toma el esquema de la obra protagonizada por Silvana Mangano.
Linda (Suárez) es el nombre de la reemplazante de una mucama en la casa de una familia de clase media alta. Su “look” con uñas largas pulcramente pintadas, piercings, tatuajes varios y escotes pronunciados, está más para una “bar tender” o empleada de un “beauty shop” que para limpiar con lavandina los inodoros de una enorme vivienda. Al principio distante, seria, de pocas palabras, acata todas las órdenes de los integrantes del hogar sin reparos. De a poco, comienza a ganarse la confianza de cada uno de ellos con distintas armas tal como la proximidad de los cuerpos, el tacto o la aspiración de perfumes cercanos.
Al igual que Terence Stamp, seduce a todos los componentes del núcleo familiar que fantasean y se masturban con su imagen que es seguida por los hombres, a través de distintas cámaras dispuestas en el inmueble o bien a través de filmaciones. El sexo está latente en todo momento, pero no va más allá de una calificación: “no apto para menores de 13 años”. La idea de vigilancia y control está muy presente con el uso de las pantallas de la computadora que todo lo observan, o la videocámara con la que el hijo adolescente (Felipe Gonzalo Otaño) registra el acontecer diario. Lo mismo el concepto de podredumbre que afecta al matrimonio compuesto por Rafael Spregelburd y Julieta Cardinali, y sus hijos, la universitaria Minerva Casero y el adolescente ya mencionado, por medio de las heces que sin ninguna explicación aparecen en el jardín cerca de la piscina.
Linda, un personaje enigmático, es un ángel o un demonio que libera los deseos reprimidos, expone la fragilidad moral de una familia, siendo la madre la figura más promiscua que se desata en una fiesta aniversario. Sensual, segura de sí misma y cautivadora, con su encanto rompe la aparente armonía del hogar que, sin embargo, mantiene el status quo como en toda familia en que los secretos no trascienden.
Toda la película gira en torno a Suárez, su físico, su poder de seducción, su inexpresividad ante una profusión de primeros planos. Los roles secundarios a cargo de buenos intérpretes no tienen oportunidad de lucimiento, una lástima, ya que se les pudo haber sacado más provecho. En síntesis “Linda” es una obra bien filmada, con algunas tomas interesantes, pero que no trae nada nuevo, reitera una temática expuesta con demasiada asiduidad.
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