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LA INMENSIDAD

EVOCACIÓN Y CONTRASTES EN UN FILM AMBIENTADO EN LA ROMA DE LOS SETENTA


El director Emanuele Crialese se dio a conocer en nuestro país con “Respiro” (2002) en el que retrataba a la esposa de un pescador de espíritu libre protagonizada por Valeria Golino. Casi diez años más tarde, se hizo nuevamente presente con una contundente crítica sobre la inmigración en “Terraferma” (2011) que llevaba la acción a la desbordada isla de Linosa. Luego de una ausencia prolongada en las pantallas vuelve con la historia más personal ya que se basa en su propia experiencia como hombre trans. Un viaje a la memoria que lleva al espectador a la Italia de los setenta en el que la reina de la televisión en blanco y negro era Raffaella Carrà.



Clara, la excelente Penélope Cruz a la cual le sienta tan bien el arquetipo de mujer italiana, acaba de mudarse a un nuevo departamento junto a su familia. Su matrimonio corre peligro ya que está en crisis a causa de Felipe (Vincenzo Amato), un marido déspota y violento que por el hecho de sostener a la familia económicamente la considera como si fuera una propiedad. Hace unos meses Paola Cortellesi presentaba en Argentina su ópera prima “Siempre habrá un mañana”, donde se vivenciaban hechos similares en 1946. Aquí se trata de una clase social más elevada, pero los malos tratos y la infidelidad son similares, parecería que en veinticinco años nada cambió en la península. Lo único que los mantiene unidos son los tres hijos en los cuales Clara vuelca sus deseos de libertad. Adriana (Luana Giuliani), la mayor de 12 años, rechaza su nombre y su identidad, se percibe como un chico y se hace llamar Andrea.



Si bien Penélope Cruz hace sentir su presencia en la pantalla con sus magníficas intervenciones, con sus gestos y sus miradas, es la actriz adolescente cisgénero la que lleva el peso del relato. Los vínculos con los hermanos menores, la especial relación que mantiene con la madre, sus incursiones en los dolorosos secretos de sus padres y el particular acercamiento con la joven gitana Sara de su misma edad, van diseñando la problemática interior de la menor en correspondencia con el estribillo: “Sé que no estaré solo toda la vida” de la canción homónima de Johnny Dorelli, de la cual toma el título la película. La educación religiosa que recibe la sofoca, solo los encuentros con Sara (Penélope Nieto Conti) abren una luz de esperanza en su vida.



El famoso refrán “Todo tiempo pasado fue mejor”, queda hecho trizas, ya que la realidad se sobrepone a la nostalgia, los valores de antaño recordados como emblemáticos se convierten en instrumentos opresores. Las amigas de Clara no comprenden su resistencia para castigar físicamente a sus hijos cuando cometen travesuras, el comportamiento autoritario del marido hasta con su propia madre son hechos inconcebibles para las generaciones actuales. Sí queda como añoranza, las hermosas canciones que componen la banda sonora, tomadas de la época dorada de la música pop italiana. Sobresale “Prisencolinensinaincuisol”, una extravagancia de Adriano Celentano con absurdas letras en un falso inglés, que con un ritmo vertiginoso despliega una coreografía espectacular en la que se luce Raffaella Carrà.



“La inmensidad” es un retorno al pasado que marca un profundo contraste en principios y actitudes con el presente, en cuanto a la aceptación de la propia identidad, el patriarcado y los roles de género. Una evocación de las bellas melodías italianas de los sesenta y setenta de la mano de dos grandes actrices.



 

 

 

 

 

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