LA OBJETIVACIÓN DEL CUERPO
El mundo de David (Mauricio Di Yorio) es rutinario, opresivo, sin matices, oscuro, más cerca de los grises. Solitario, apocado y taciturno mantiene un vínculo enfermizo con su madre (Umbra Colombo), una artista plástica obsesionada con la perfección. Manipula a su hijo como a un títere, está presente en todo momento: en el gimnasio, en el colegio y hasta en las salidas intrascendentes. Su comparecencia agobia. El joven, que se encuentra en la última etapa del colegio secundario, entrena día y noche sin cesar, bajo el riguroso control de la escultora que mide con un centímetro los bíceps y el tórax del adolescente para registrar los progresos. Es ella la que vigila las dietas, compuestas por pastillas y brebajes para mejorar su fortaleza. La exagerada incentivación lo llevan a complementar el gimnasio con ejercicios en el dormitorio y hasta en el baño. El único solaz parece ser el colegio, pero de a poco se aleja de sus escasos amigos por peleas o desinteligencias.
El director Felipe Gómez Aparicio, en su debut cinematográfico, concentra las acciones en tres espacios interiores bien definidos: la vivienda, el gimnasio y la escuela, con escasas tomas de exteriores. Los ambientes cerrados con el uso de primeros planos y planos detalles, en especial de los músculos, acentúan la reclusión de David tanto física como anímica y esa obstinación con su cuerpo. Para recrear la psicología del personaje, el realizador recurre a la duplicación o la fragmentación con el uso de espejos, la utilización de una sola parte del cuadro, el fuera de foco y los claroscuros de la iluminación. Las distintas texturas visuales ahondan en los conflictos y la personalidad de un joven atormentado que desconoce la felicidad.
La película es también una reflexión sobre el arte, cuáles son sus fronteras, cuál es el límite entre una obra artística y el mercantilismo, cuál es el punto de inflexión entre la dignidad y la explotación. La artista que recorre con sus manos, a veces con cierta morbosidad, el físico del hijo, lo considera en un cierto punto como una obra más de su creación. Es la objetivación del ser humano, que culmina con la exhibición de su cuerpo y sus músculos en una instalación de una muestra en una galería de arte, como una atracción de feria más.
El entorno de sumisión y de tinieblas en que se encuentra el joven, parece encontrar una pequeña luz al vincularse cerca del final con un entrenador (Pablo Staffolarini). Bajo su guía encontrará un objetivo, un grupo de pertenencia, su lugar en el mundo. Muy buena presentación de Gómez Aparicio que examina con perspicacia las controversias de la exigencia física y el arte.
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