UNA MIRADA POÉTICA Y ANCESTRAL
La filmografía de Pablo Leónidas Nisenson, autor de “Ángel la diva y yo”, premiada en el Festival de Mar del Plata de 1999, comenzó en el terreno de la ficción para luego inclinarse hacia el documental. Su nueva propuesta, ”Cuentos de la tierra”, oscila entre ambos estilos. Cinco relatos que no están interconectados entre sí, pero que tienen las mismas raíces mapuches, se intercalan a través de la hora y media de proyección: un viaje iniciático de un padre que enseña a su hijo a hablar con el espíritu de las aguas mientras recorren en canoa distintos ríos de la región patagónica; una anciana ermitaña lucha por permanecer sola con sus ovejas en la lejanía de su tierra natal, pese a las recomendaciones en contrario de asistentes sociales que la visitan, debido a su edad avanzada; un chelista de música clásica regresa de Europa a Bariloche y se ve envuelto por melodías ancestrales que acechan sus sueños; un locutor de radio presta su voz con vehemencia para reclamar las urgencias de la tierra en búsqueda de la unidad mapuche; una niña en etapa escolar se siente incómoda, fuera de contexto en el entorno estudiantil.
Desde los primeros fotogramas, las imágenes, con el recurso del fílmico en blanco y negro, la preponderancia de la bella fotografía que resalta los paisajes naturales, el diseño de producción para ciertos encuadres, las largas pausas que otorga el silencio y el tono discursivo de la voz en muchos pasajes, se encaminan hacia lo poético, con una fuerte impronta en lo ancestral con ritos, sonidos y dibujos que resaltan el legado, y las costumbres practicadas por muchas generaciones. El fluir de los ciclos y sus elementos como el agua, el aire, el fuego y la tierra, atraviesan las distintas historias como signo de pertenencia al universo en búsqueda de respeto y armonía.
De todos los relatos se destaca la del músico que retorna del hemisferio norte embebido de la música de Vivaldi para interpretarla en su región natal, sin embargo, el rumor de las aguas del lago y el zumbido del viento que choca contra las montañas, le acercan antiguas sintonías consustanciadas con sus raíces que lo acosan mientras duerme. En sus ensoñaciones se sumerge desnudo en el lago como clara metáfora de compenetración con las nuevas armonías, abrevar en sus acervos culturales y a su vez descontaminarse del compositor veneciano. La música, la disposición de los elementos en cada plano, la actuación sin diálogos apoyada en los gestos y miradas junto al paisaje resaltado por una variada gama de grises, acentúan este pasaje de la película.
“Cuentos de la tierra”, rodada en territorio mapuche durante dos años con un equipo técnico/actoral intercultural, está hablada en gran parte en lengua autóctona con el correspondiente subtitulado. En la conferencia de prensa en la función privada para periodistas, una colega agradeció la traducción ya que en una película similar se sintió perdida ante la ausencia de subtítulos. Cabría agregar que como la mencionada colega se sienten los hipoacúsicos frente a la mayoría de las películas argentinas que carecen de un texto explicativo. En el presente caso, es una lástima que los productores no hayan tenido en cuenta el subtitulado de todo el film, no creo que hubiese incrementado en demasía el presupuesto. Igualmente, no deja de ser un hito, ya que es el primer largo de ficción local, hablado en mapudungun.
En conclusión, Nisenson con un lenguaje cinematográfico lírico intenta extender un puente de amistad y convivencia entre los pueblos, con cierta crítica a la intervención del hombre en la naturaleza virgen, como contracara a los hechos vandálicos que se suceden en el sur del continente americano bajo el rótulo de “mapuches”.
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