EL TRABAJO COMO MIMETIZACIÓN
El turismo es el rubro comercial que produce el ingreso mayor de divisas en la economía griega. Las décadas del ochenta y del noventa fueron testigos de una invasión de vacacionistas que coparon las playas helénicas, dando inicio al llamado boom turístico que permitió con su contribución la recuperación de un país que estuvo al borde de la quiebra en el 2011. La directora Sofia Exarchou se introduce en la industria del ocio en la República Helénica con un ojo crítico sobre las condiciones laborales de los empleados de los hoteles “all inclusive”, en especial los animadores que brindan entretenimiento a lo largo de toda la jornada.
El primer fotograma que anuncia la participación del film en el Festival de Locarno permite dilucidar al espectador avezado que no presenciará una historia idílica a orillas del mar Egeo al estilo Hollywood. Las imágenes iniciales muestran jóvenes entrenándose en tomas entrecortadas con un rápido montaje. La cámara en mano y los primeros planos serán la moneda de cambio para agobiar al espectador con el quehacer diario extenuante de los protagonistas. En el centro de la trama está Kalia (Dimitra Vlagopoulou), soltera con algo más de treinta y cinco años, que viene trabajando como animadora desde hace más de una década. La piscina, el bar y la playa la ocupan de manera responsable mañana, tarde y noche divirtiendo a los pasajeros del hotel, en general de edad madura, con una sonrisa permanente. El trato con sus colegas que provienen de otras comarcas europeas es muy bueno, mientras mantiene una relación amorosa nada vinculante con un colega que tiene a su cargo una pequeña hija, que participa con entusiasmo en las actividades de los mayores.
La Grecia que presenta Exarchou no es para nada idílica, lejos de los coloridos folletos de propaganda. El sol apenas brilla, la paleta de colores es opaca, el mar gris no invita a un chapuzón, las playas entre piedras y maleza surgen descuidadas, el paisaje es árido, hasta el centro comercial de la isla no tienta para hacer un recorrido. Por otro lado, el hotel no luce como uno de cinco estrellas y en las instalaciones en las que se manejan los protagonistas asoma el deterioro. En ese ámbito, que se potencia en temporada alta con trabajos extras en otros locales nocturnos tan demandantes como los del hotel, Kalia se comporta como una máquina que no para en ningún momento, incluso una preocupante herida en una pierna no le impide seguir bailando y actuando como un zombi. No sabe cómo salir de ese mundo que poco a poco la fagocita, como poner un cable a tierra en su derrotero desenfrenado, un trabajo que la mimetiza como si no supiera hacer otra cosa en y con su vida.
“Animal” es la contracara de la diversión, de las sonrisas forzadas, del placer estival, una mirada desgarradora sobre la precariedad del trabajo y las presiones a las que se ve sometida la mano de obra en el mundo capitalista.
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