TIEMPO DE REFORMAS
¿Qué llevó a Steven Spielberg a realizar una nueva versión de una película que obtuvo 10 premios Oscar, 3 Golden Globes y 2 Grammys, además de dejar por más de una década una gran influencia en la danza moderna? Todo un desafío, ya que debía esquivar las odiosas comparaciones, evitar ser un calco de la original como la desastrosa Psicosis (1998) de Gus Van Sant y dotar de atractivos a un género (el musical), que desde hace un largo tiempo transita por las pantallas sin pena ni gloria.
Al parecer, el director, tomó en cuenta los numerosos reparos que en su momento realizó la periodista Pauline Kael, una crítica demasiado extrema a la versión de Robert Wise y Jerome Robbins. El realizador de Tiburón (1975), en su primera incursión en el género, realizó un gran aggiornamento que le dio más credibilidad a la trama, que explora un romance prohibido y la rivalidad de pandillas callejeras de diferentes orígenes étnicos a fines de la década del cincuenta en la ciudad de Nueva York. En primer lugar, realizó un casting con portorriqueños para la elección de los integrantes de los Sharks, en reemplazo de actores con caras llenas de betún. Además, introduce con acierto diálogos en español en la comunidad boricua, una herramienta realista que aporta lógica a las situaciones. En segundo lugar, los protagonistas son cantantes y no hacen mímica con los labios. Rachel Zegler (María), de madre colombiana, tiene los rasgos físicos que requiere el personaje amén de despojarse de la frialdad que caracterizó a Natalie Wood, a quien llegaron a atribuirle menos espontaneidad que el robot María de Metrópolis (Fritz Lang – 1927). Ansel Elgort, de raíces musicales, con prestancia y buena voz transmutó la indiferencia y falta de química del Tony de Richard Beymer (un trabajo que ni a él mismo satisfizo), en una actuación más sólida y consustanciada. Por otra parte, la pareja luce más joven, más fresca, más a tono con un drama musicalizado que se lo compara con Romeo y Julieta. Los roles secundarios se mantuvieron en el mismo nivel con una leve ventaja de Russ Tumblyn por sobre el actual Riff (Mike Faist).
El inicio no podía ser similar, ya que la detallada panorámica de la ciudad de Nueva York, una secuencia plena de tecnología cinematográfica que le permitió a la original cosechar varios Oscar en los rubros técnicos y que provocaba exclamaciones en el público local al surgir construcciones emblemáticas, era imposible de reproducir debido a los cambios que se produjeron en la metrópoli en los sesenta años que distancian a las dos producciones. En su reemplazo, Spielberg muestra los cambios edilicios que sucedieron en aquel momento en la zona oeste de Manhattan a la altura del actual Lincoln Center, con los derrumbes, escombros y nuevas edificaciones. En ese entorno surge la primera canción de los Jets.
Dentro de las innovaciones se encuentra el desplazamiento de las coreografías y canciones al exterior: las calles soleadas con el despliegue de vehículos y transeúntes reemplazan la nocturna terraza de “América”; la promesa de amor eterno que refleja “One Hand, One Heart”, encuentra un marco ideal en el museo medieval The Cloisters. El vestuario, una sinfonía de colores, es otro de los rubros destacables junto a la luminosidad, en contraste con la opacidad determinante de la traslación anterior.
Párrafo aparte es la inclusión de Rita Moreno como Valentina en reemplazo de Doc, el encargado de la tienda que frecuentan los jóvenes. Su personaje representa el saber y la paciencia, una especie de madre que intenta aconsejar y encaminar a los rebeldes. Spielberg pone en su voz la emotiva “Somewhere”, un presente para una actriz que brilla en las dos versiones.
Parafraseando una expresión que se repite en distintos párrafos bíblicos, “Vayan y vean”, vayan, vean y disfruten de la música de Leonard Bernstein, de las canciones, del gran elenco, de las coreografías y de la dirección de Steven Spielberg.
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