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ALICIA Y EL ALCALDE

LOS ENTRETELONES DE LA POLÍTICA


Luego del impasse de la pandemia continúan apareciendo títulos atractivos del año 2019 que por diversos motivos no fueron estrenados en su oportunidad. Es el caso Alicia y el alcalde, segundo largo de ficción de Nicolas Pariser que obtuvo el Label Europa Cinemas en el Festival de Cannes del 2019. La película reseña el vínculo entre el alcalde de Lyon, que, a falta de ideas, luego de ejercer la política durante treinta años, decide contratar a una joven filósofa que al principio no está muy convencida de su rol de asesora.



Con el paso del tiempo Alice (Anaïs Demoustier) demuestra su capacidad, se afianza en su nuevo puesto, despertando el recelo de sus compañeros de trabajo que detentan una mayor antigüedad y supuesta experiencia al lado del político. Además, entre ambos se desarrolla una fuerte amistad basada en la confianza y mutuo respeto que va más allá de la relación laboral.



El ajetreo de la vida política, las tensiones propias de una actividad incesante, las improvisaciones, la disposición a toda hora de los que rodean al alcalde en una conducta que roza la esclavitud se manifiestan con un tono discrecional, sin sobresaltos a lo largo de todo el metraje. En los cruces de opinión surgen el neoliberalismo, el socialismo, las ideas progresistas, críticas a la mediocridad intelectual de los políticos que privilegian sus carreras en vez de las necesidades públicas.



Son varios los puntos a favor de la comedia dramática del reconocido director parisino que también tiene a su cargo el guión. El rol del alcalde está hecho a la medida de Fabrice Luchini con su prestancia en todos sus desplazamientos, su carisma cuando está en el plano destacándose por sobre el resto, su excelente dicción cada vez que se expresa, un hecho no menor y del cual adolecen muchos artistas. Su francés es un placer para los oídos. Anaïs Demoustier mantiene una modulación sosegada, discreta, sin abatatarse ante los distintos desafíos. Con sus gestos y miradas expresa de manera fidedigna sus cruces con la burocracia municipal y los dilemas personales que la aquejan. Junto con Luchini, llevan el hilo conductor con diálogos plagados de citas y referencias literarias en un ámbito intelectual cuyo mejor ejemplo es el teatro de la ópera en la que coinciden casi todos los personajes, principales y secundarios, para disfrutar una obra de Wagner. Otro aspecto destacable es la fotografía luminosa que resalta la arquitectura de la ciudad de Lyon, epicentro de los acontecimientos.



Alicia y el alcalde es un claro ejemplo que se puede tratar con madurez el tema político sin que medien circunstancias sensacionalistas. Se le da más importancia al decir que a las acciones, con una estructura narrativa pausada sin cortes abruptos ni saltos intempestivos que permiten apreciar una decadencia política que presagia un nuevo paradigma en el manejo gubernamental.





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