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Algo viejo, algo nuevo, algo prestado

BUENAS INTENCIONES DESPERDICIADAS


En un vértice formado por las localidades de Turdera, Temperley y Llavallol se encuentra el Barrio Hospital Español que pertenece al partido de Lomas de Zamora. En la década del ochenta era el territorio del Chino Sabella, un capitalista del juego clandestino que manejaba un negocio familiar junto a su esposa y sus hijos con la connivencia de la policía. El director Hernán Rosselli fue partícipe indirecto de aquella historia, al hacerse amigo de tres sobrinos de Sabella, y al participar la madre en la computación de apuestas en la casa del “Chino”, para mejorar los ingresos hogareños. Rosselli, que en su ópera prima “Mauro” (2014) había incursionado en el manejo de la falsificación de monedas, en su nueva ficción, luego del documental “Casa del teatro” (2018), vuelve a insertarse en el submundo del dinero malhabido.



El destino le puso en manos muchos videos caseros de más de treinta años de su vecina de la infancia Maribel Felpeto, filmados con cierto estilo por el padre, que se encontraban en perfectas condiciones. A partir de ese hallazgo, decidió recrear la historia de los Sabella, a través de los recuerdos de su adolescencia y entremezclar la realidad de aquellos registros de su amiga con una ficción en la actualidad. Los Felpeto, en este caso la madre y la hija ante la muerte de su padre, son las encargadas de tomar las apuestas, el manejo del dinero, los acuerdos con las autoridades de turno, la distribución de los territorios con la competencia. La tarea intensa se realiza en horas nocturnas con varios empleados, acompañada de un incesante golpeteo de teclas de computadoras y el runrún de billetes registrados por máquinas, que hacen las veces de banda sonora.



Para entremezclar los recuerdos verídicos del pasado con el artificio presente, Rosselli recurre a varios artilugios cinematográficos como la pantalla dividida, las tomas cenitales, el uso de distintos tipos de cámaras y lentes, el cambio de formato, elementos fotográficos, la manipulación del montaje. El espectador se ve envuelto en un laberinto en el que lo cierto y lo imaginativo se superponen, las incógnitas no quedan resueltas y los hilos sueltos no encuentran su utilidad. Por momentos toma el camino del docudrama, en especial cuando se comparten momentos íntimos de la familia y el público es una suerte de observador de lo cotidiano.



El resultado es una película muy dialogada (se le suma una subtrama con el finado padre) a la que hay que estar atento, con el consabido riesgo de usar intérpretes no profesionales. Por más predisposición que ponga la protagonista Maribel Felpeto, la cual tiene la mayor parte de los comentarios en off que dispara a una velocidad sideral, su voz nasal se torna ininteligible. Algo parecido sucede con su madre Alejandra Cánepa y el resto del elenco. Ninguno imposta bien la voz, la foniatría no es una especialidad de la que hayan tomado cuenta. Lo ideal en este caso es dar paso a las imágenes, recurrir a los fundamentos del cine, dejar que por sí solas expongan el conflicto, o bien, en este caso, subtitular la película. Una lástima, los esfuerzos quedaron a mitad de camino.



 

 

 

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