DANUBIO
Búsqueda de fantasmas inexistentes
“Argentina, país en plena y profunda transformación, tras una pausa de un año impuesta por ese mismo proceso renovador, inaugura hoy el IX Festival Cinematográfico Internacional en la hermosa ciudad balnearia de Mar del Plata.” Así rezaba la “Gaceta del Festival” en su primer número de marzo de 1968. La verdad era otra. La razón por la cual no se llevó a cabo el festival en el año 1967, fue porque el año anterior había caído el gobierno de Illia y los militares que estaban en el poder, encabezados por Onganía, no estaban dispuestos a que participaran países detrás de la Cortina de Hierro. Un evento pleno de controversias, unas conocidas, otras no tanto. Entre las que tuvieron conocimiento público fue la posición de la Asociación Argentina de Actores, encabezada por Duilio Marzio, que se negó a participar del festival debido a que el gobierno nacional no sancionaba una nueva ley que protegiera los intereses de la industria cinematográfica. Solo Pablo Palitos quien manifestó: “¡A mi nadie me da órdenes!”, y Armando Bo junto a Isabel Sarli, quienes aprovecharon la convocatoria para despacharse contra la censura, se hicieron presentes. Otra polémica fue la sustitución de Tute Cabrero (Juan José Jusid – 1968) por la película de Leopoldo Torre Nilsson, filmada en Puerto Rico, Los traidores de San Ángel, para representar a nuestro país, con el pretexto de que la obra de Jusid “no tenía envergadura” para la muestra. Al exhibirse la película en la función oficial, fue recibida con abucheos y silbidos por los espectadores argentinos presentes, en repudio a la decisión tomada. Un nuevo altercado suscitó la suspensión de la exhibición del film checoslovaco Marketa Lazarová debido a que la Comisión de Censura exigía una serie de cortes que en su totalidad sumaban veinte minutos de proyección. Finalmente, mostrada, recibió un Cóndor Especial como apoyo del Jurado ante los atropellos de los censores.
Como si esto fuera poco, se le sumó el despliegue de una red de espionaje en distintos recintos del evento, al mejor estilo Watergate. Fue la frutilla del postre. Danubio, el documental de Agustina Pérez Rial, saca a la luz este nuevo conflicto que se sumó a los ya descriptos. Respaldado por un gran trabajo de investigación, la película detalla los pormenores de un trabajo de espionaje a cargo de la Oficina de Inteligencia sobre la delegación rusa y sus satélites (polacos, checoslovacos y húngaros). El relato tiene como epicentro a la traductora de la delegación, una admiradora de Eva Perón, el gobierno peronista y “La razón de mi vida”. A través de la trascripción de los partes de la vigilancia estatal, fotos, reportajes y filmaciones de la época se reconstruye los avatares durante el festival de una sociedad cultural de comunistas eslavos que funcionaba en Mar del Plata bajo el nombre de “Danubio”. Las autoridades sospechaban sin fundamentos de una infiltración de la sociedad en las delegaciones del este. El seguimiento fue tan intenso, a tal punto de registrar la habitación de la directora rusa Tatiana Lioznova, tal vez llevados por el propósito de encontrar entre su ropa interior algún material comprometedor…
Contrasta el suave decir de la relatora con el enérgico accionar de las fuerzas públicas buscando fantasmas donde no los había. En general, las autoridades cívicas y del festival aparecen con gestos adustos, rígidos en sus discursos, en clara diferencia con los invitados, que, ignorantes de la persecución, lucen sonrientes y distendidos. Danubio resulta ser un valioso aporte a la historia del festival, que en ese año privilegió la política de las estrellas con la presencia de Alberto Sordi, Senta Berger, Elke Sommer, Troy Donahue, Tony Musante, Silvia Pinal, Mireille Darc y Claudine Auger entre otras, en detrimento a la de personalidades culturales que tuvo como máximo representante al director Jacques Tati.
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